Adiós viejita vende tijera

Hace mucho, no recuerdo bien el año, le compré una tijera a la «viejita vendetijera», personaje que muchos tuxtlecos, y quienes viven en la capital chiapaneca, conocimos y vimos en diversos puntos de la ciudad, caminando por las calles ofreciendo o, más bien, exigiendo “cómprame tijera…” en seguida, una palabra de ese “francés” que nos distingue. Recuerdo que llegué a mi casa y me sorprendió que me saliera tan buena la tijera, tanto, que esperaba encontrarla de nuevo para comprarle dos más.

Tiempo después, en la terminal de las splinter que van a San Cristóbal de Las Casas, ubicada sobre la 15 Oriente y 4a Sur, la volví a ver; no vendía tijeras, sino lápices y lapiceros. Le compré tres porque, más que caridad, sí necesitaba uno o dos lapiceros para una junta de trabajo que tenía en aquella ciudad. Aún guardaba esperanza de volver a verla con sus tijeras en mano.

Hace pocas semanas, en la esquina del Parque Central, de lado de la catedral San Marcos, se acercó a ofrecerme llaveros; no le pude comprar. Fue la primera vez que le dije no, pues tenía completo para mi pasaje; y en lugar de recibir de ella su característico reclamo, por el cual se hizo famosa, me dijo que no había vendido nada y se puso a platicar un rato conmigo.

Ella nunca lo supo, pero siempre la admiré. No pedía limosna, más bien, procuraba tener algo para vender. Parecía incansable, jamás la vi sentada, siempre caminando o parada vendiendo algo.

La última vez que la vi fue de lejos, vendía cubrebocas en una esquina frente al parque Jardín de la Marimba. Siempre me pregunté, cómo conseguía su material para vender, quién se lo daba.

Hoy, (3 de junio) nos enteramos que falleció. Como casi siempre sucede, al extinguirse la vida de alguien, nos desvivimos en elogios hacia la persona que ya no está -como lo hago yo en este momento- y empezamos a descubrir quiénes eran en realidad. Gracias a la publicación de facebook que hizo su nieto, Jorge Coronado, nos enteramos que la “viejita vendetijeras” se llamaba Margarita Coronado Dávila, que nació en esta misma fecha, pero de 1939; caminaba y vendía tijeras, lapiceros, llaveros, cubrebocas y demás objetos “por el simple hecho de la costumbre y el sentirse útil”, palabras que Jorge acompañó con una foto donde está él, doña Margarita y una mujer con un niño. Ella tenía familia.

En definitiva, extrañaremos a Margarita, aquella mujer que, tal vez a manera de travesura, le dijo a un reportero que se llamaba Martha; pero no, ella no se llamaba Martha, no se llamaba así, se llamaba Margarita Coronado Dávila, a quien recordaremos con admiración por su búsqueda de ser útil hasta el último aliento de vida.

QEPD.

P.D. Aún recuerdo el dolorcito del pinchazo de esa buenísima tijera.

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